-Buenos días señorita
Valentina.
-El señorita sobra.
Cuando mi padre falleció mi madre montó una
empresa de moda, le ha ido bien, más de lo que yo me imaginaba, quizás salir
con Manuel Reberte, un empresario muy importante tiene algo que ver. Bueno,
salir por decir algo, porque ella cada dos por tres viene a casa con un chico
diferente, y siempre sigue el mismo protocolo, toman unas cuantas copas de
vino, comparten risas y acaban en su habitación. Al día siguiente el chico se
va temprano y mi madre le promete una segunda cita que nunca tendrán. Que yo
sepa ya van ocho chicos, algunos bastante jóvenes. Pero según ella está
enamoradísima de Manuel, que hipócrita.
Desde entonces contrató a Margarita, la
sirvienta, que ha sido lo más parecido a una madre que he tenido últimamente, a
Brian el jardinero y a Daniel, el chofer.
-Señori.. Valentina, ¿qué
quieres desayunar? Te he preparado unos huevos con bacon, y un zumo de naranja...
¿te apetece?
-No, me tomaré solo el zumo,
no tengo apetito.
-Pero niña te estás quedando en
los huesos, nunca tienes apetito.
-Prometo comérmelo todo al
mediodía, pero ahora no tengo hambre, de verdad- y dándole un beso cariñoso en
la mejilla me senté en una de las sillas de la mesa de la cocina esperando a
que bajase mi madre, aunque lo más probable es que no haya dormido hoy tampoco
en casa.
-Buenos días, chicas.
Y sorprendiéndome baja mi
madre las escaleras sola, sin acompañante.
-Buenos días señora, ¿le pongo
el desayuno?
-Sí, gracias Margarita.
Valentina, ¿no desayunas?
-No tengo apetito.
-Señora, Valentina no come
nada últimamente, me tiene preocupadísima.
-No tengo apetito, es solo
eso.
Y sentándose a mi lado me hace
una pregunta que me deja pálida.
-¿Qué te pasa hija? Esto no es
normal, tu no eras así, llegas a casa a las tantas y te encierras en tu cuarto,
apenas comes, apenas hablas.. ¿que pasa? Tú eras de las que se reía de todo, de
las que llegaba a casa con una sonrisa que iluminaba todo el salón. Siempre
estas cansada, siempre tienes sueño, no prestas atención a nada, te pasas el
día con el móvil o fuera de casa y llegas con unas pintas horribles.
-¿Desde cuándo te preocupas tú
por mi?
-Desde que me enteré de que
estaba embarazada.
-No me vengas con tonterías,
desde que papá murió no prestas atención a nada que esté relacionado con tu familia,
solo te centras en tu empresa y en tu novio, o tus novios, y no, no me pasa
nada.
-No te consiento que hables
así de tu madre.
-¿Mi madre? ¿desde cuándo
tengo madre? - le pregunto alzando la voz y mostrando toda la ira que tengo
hacia ella.
Me dio un bofetón, me ardía la cara, pero no
era nada comparado con lo que me ardía el pecho. Papá, baja por favor, te
necesito.
-¡TE ODIO! ¡TE ODIO!
-Valentina…
Subí corriendo las escaleras hasta llegar al
cuarto de baño, me encerré en él y me tiré en el suelo, llorando, hasta tener
los ojos rojos e hinchados, y un dolor tremendo de cabeza. Saqué una botella de
whisky de una caja que había debajo de un mueble y le di un trago. Odiaba ser
yo, odiaba tener esta vida de mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario